Juego del asesino: El incidente. [Solución en la página 5]

- Relato de moderación: fin del juego -

Belle se disponía a desayunar cuando Agilrosa entró por la puerta con la cara descompuesta; algo no iba bien. Entre sus dedos se encontraba la medicina que tenía que tomar Gemacoco debido a su enfermedad.

Sibeya les había comentado que Gemacoco había recibido una llamada urgente la madrugada pasada y que se había marchado enseguida, tras recoger sus cosas. Una llamada urgente, sí... pero jamás se dejaría su medicación; era vital.

También dijo que varias chicas del grupo habían bajado al pueblo y que, quizás, tras una buena juerga y posiblemente haber encontrado un ligue de última hora se habrían quedado allí.

Agilrosa recordó cómo en una ocasión descubrió a Sibeya hablando consigo frente al espejo. Al verse descubierta y tras llevarse un susto monumental, le contó que estaba preparando un discurso y le gustaba ensayarlo previamente, controlando los gestos y demás. Sin embargo, había algo que no terminó de convencer a Agilrosa pero no le dio mayor importancia.

Control... Qué hermosa palabra y tan necesaria para nuestra querida Sibeya. Solo hacía falta un pequeño cambio en los acontecimientos para que perdiera los nervios y se desequilibrara totalmente. La falta de organización era inaceptable para ella y no estar al mando de la situación, más aún.

Vulnerabilidad... No andaba escasa de ella y no soportaba esa sensación. La vergüenza, la sensación de manipulación, las burlas... todo ello formaba un cóctel que no estaba dispuesta a aceptar.

Habían pasado muchísimos años desde aquella noche. La noche en que las personas más importantes de su vida se aprovecharon de sus miedos para pasar un buen rato. “Solo ha sido una broma”.

Habían quedado como de costumbre en aquel descampado algo alejado de la casa donde pasaban tantas horas de diversión. Solían tumbarse sobre aquel suave manto y pasaban así las horas, mirando las estrellas, hablando sobre los planes que tenían para el día siguiente, sus sueños... Pero esa noche no era acogedora; era oscura y fría. Dijeron que tenían preparada una sorpresa, que era algo diferente y que lo pasarían genial. Cuando vio la ouija rodeada de velas dio un respingo; no estaba cómoda y no quería participar. Tras la insistencia de sus amigas decidió quedarse, pero no participaría. Aceptaron y comenzaron la sesión; todo iba como cabía esperar... no sucedía absolutamente nada. Sin embargo, pasados los minutos comenzó a escucharse un sonido lejano, extraño... Sibeya preguntó si lo escuchaban y el resto negó con la cabeza. El sonido iba en aumento hasta que el sonido se transformó en una voz de ultratumba que susurró su nombre: Sibeya...

Salió despavorida mientras escuchaba las carcajadas de sus supuestas amigas. Mientras corría iba cayendo en la cuenta de que todo había sido un engaño. Cosas de niños; así lo denominaron los mayores, aun viendo el estropicio que se había hecho en la pierna tras la huida. Son cosas que pasan... ¿Cómo se atrevían? Se habían aprovechado de su inocencia, la habían engañado, se había asustado muchísimo y se había herido. ¿Cosas de niños? ¡Ja! Algún día... algún día se desquitaría; paciencia no le faltaba e iba a ser maravilloso.


Tras los barrotes de la ventana de la habitación 502 de la Institución Mental Sunrise podemos ver la silueta de una mujer que sigue escuchando cómo el viento le susurra al oído: Sibeya...