|
Publicado: Sunday 25 de April de 2010, 23:37
Hanna llegó a la casa un verano. Quizo el destino que naciera un 28 de diciembre, fecha en que éste buen amigo, desprende una hoja más del calendario.Con nóveles tres meses fue quien primera vio la luz compartida de la parición pautada, quien disputó con sus progenitores el lugar de las líderes naturales.A lo largo de quince años recorrió el país entero, paladeó el aire marino verano tras verano, esquió a su manera sobre nieve tan blanca como las capas suaves que lucía renovadas, cada primavera. Husmeó en granjas alejadas, practicó escalamiento en las montañas del norte, avezado copiloto en las largadas, bebió el rocío del Iguazú y vivió los esplendores del atardecer entrerriano.Usual era mirarla y reconocer en sus propios ojos el reflejo de un cielo prístino, luminoso como en la paleta de un pintor luce un color irreal.Solo aprendió el lenguaje de sus pares tiempo después de lo previsto. Lo salvaje y lo profundo de su línea ancestral, se imponía por sobre lo cotidiano. Nunca calló, nunca claudicó, ni dejó algo por rebatir. Su lengua materna nos era tan clara que todos nos abocamos al aprendizaje de un nuevo vocabulario.Jamás temió enfrentarse a nada y a nadie, sólo la voz expresada desde el sentimiento, tenían más poder que la suya propia. Dos veces marcho presta a la aventura, dos veces regresó; sola, latente, sin injurias, con cara de travesura realizada y satisfecha por haberla hecho.En su cumpleaños decimocuarto, todavía era apropiado preguntarle si seguía siendo niña. Esa era su apariencia permanente. Dueña de una topología interna que nos retrotraía a los tiempos lejanos de la vida en esta tierra. Cuando no éramos.Cubrió la vida de todos quienes la conocimos de una mezcla extraña de recuerdos, promesas incumplidas, sueños de ovillo y pelambre que atravesaron todo su entorno y aún perduran.Fuimos sus amigos, su último recurso, su guía simbólica y socios, de sus delirantes caprichos; sus confidentes impropios. Ella, insólitamente, así se transmutó para quienes la rozamos con mayor o menor intensidad.Hanna nos dejo, el tercer viernes de Abril de 2010, a sus quince años de edad, en un mediodía frio y soleado.Uno de esos días que definían su carácter, tanto inevitablemente salvaje como permanentemente cariñoso.Hanna fue nuestra amiga, dueña de los fríos sempiternos y sin embargo, se dio el tiempo de darnos la calidez y la lumbre suficiente, para que juntos, nos animáramos a soñar mas allá de las limitaciones humanas.¿Quién, sino un espíritu libre, puede producir en el caldero una quimera atemporal del áfrica inconmensurable, dos historias de vida distantes miles de años y kilómetros, donde convergen en tiempo real y en un mismo espacio?Y quién; por aquello que transmiten viejas historias de pueblos eslavos, colocó su mirada en expectante ansiedad, hasta la llegada iniciática - desde las lejanas tierras tracias – de una increíble mujer.Nos gusta creer que ella vislumbró mucho antes que nosotros las “pequeñas chispas de luz sobre la tierra”. Concepto de pertenencia tribal, que en etiqueta mundana, hoy construye el nombre de la razón de mis dichas.Seas entonces, Hanna; te mentamos cálida, tozuda, saltimbanqui, mágica y siberiana.En quince años te negaste sistemáticamente a correr tras el palito. Vos, como nosotros, corrías detrás de tus propios sueños que los sabías colectivos.Ya los alcanzaste. |