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Publicado: Monday 22 de August de 2011, 01:08
Algunos habíais oído hablar de ella. Asta, la perra de mi suegra, la niña mimada de mi novio, se ha marchado con 13 años y medio, de forma limpia y apacible. El sábado por la mañana me despertó mi novio y me dijo que Asta estaba muy mal. Ni corta ni perezosa, cogí el coche, a mi chico y a mi perro, y nos pusimos 700 kilómetros en camino para ir a casa de mi suegra. Durante todo el camino intenté mantener animado a mi novio, que no pensase en lo que íbamos a encontrarnos, y mal que bien lo conseguí.Pero cuando llegamos, quedó claro que había poco que hacer. Asta agonizaba, no sé qué le pasaba porque no quise preguntar, pero ya he visto eso antes y sabía que no había nada que hacer. Era mayor, sufría, apenas se levantaba y respiraba con dificultad. Discutieron sobre qué hacer. Mi suegra se aferraba a ella con vanas esperanzas, quizás tenga cura, quizás con pastillas se le pase el dolor, quizás operándola. Pero yo sabía, como también mi novio, que eso solo alargaría su agonía. No superaría una operación, y las pastillas tan solo servirían para retrasar lo inevitable cuanto? Unos días? Unas semanas?Entonces llamaron al veterinario. MIentras esperábamos, mi suegra la llevó a la piscina y la ayudó a nadar. A Asta le encantaba nadar. Sería su último baño.Llegó el veterinario y nos confirmo lo que ya sabíamos. No había nada que hacer. Su corazón era fuerte pero su cuerpo estaba fallando. Mi novio asintió y dio el visto bueno.La perra fue fuerte hasta en el momento de su partida. Rodeada de abrazos y besos de cariño, de amargas lágrimas de pesar y dolor, Asta se fue durmiendo y... qué decir? Fue un momento solemne. Los perros mayores se tumbaron y miraron a su gallarda líder a la expectativa, sumidos en un solemne y respetuoso silencio como si fuesen conscientes de que se marchaba para siempre. Mi pequeño no comprendía nada, nos miraba a todos preguntándose el por qué de nuestro llanto.En un efímero latido en la inmensidad del tiempo, la respiración de Asta se fue pausando hasta que, finalmente, su corazón dejó de latir.... y se marchó.Fue entonces cuando mi pequeño pareció comprender la magnitud de la situación. Se zafó de mis brazo que lo mantenían sujeto y apoyó su delicada cabeza contra la pierna de mi novio a la vez que cerró los ojos en una actitud seria y triste. Nos cogimos de la mano, con los ojos empañados en lágrimas y le dijimos adios a una de las perras más buenas y nobles que he conocido nunca. Por lo menos mi novio se llevó el amargo consuelo de haber podido decir adiós a su pequeña amiga.Hasta siempre, Asta. |