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Publicado: Thursday 13 de October de 2016, 16:15
Hay veces que la agonía se viste de silencio y esa desnudez de testigos hace que se prolongue hasta el infinito. En una hora pueden caber sesenta eternidades cuando cada minuto son sesenta segundos de sufrimiento, miedo y soledad.
Imagínate ahora dentro de una bolsa cerrada de la que no puedes salir, donde la muerte plastificada se pega a tu boca cuando intentas respirar.
Imagina la negrura, rota a momentos por un ruido de luz y que al instante otro sonido te devuelva la oscuridad.
Imagina que caen cosas sobre ti, cosas que hacen da?o, que pesan, que te van ahogando un poco más.
Imagina que te entierran vivo en un ataúd donde todo se clava, donde todo huele, donde todo duele.
Imagina el hambre y la sed, no sólo de alimentos y de agua sino también de una mirada, de una mano, de una voz que te diga: "ven aquí, peque?o, tranquilo, ya estás a salvo".
Imagina lo que tiene que ser una muerte lenta dentro de un contenedor, y que tus lamentos se vayan apagando junto con tu esperanza y los latidos de tu corazón.
No te pido que los vayas abriendo, pero si alguna vez al pasar al lado de alguno crees escuchar un gemido no sigas de largo, por favor, detente y mira adentro, porque probablemente sean tu voz y tu mano las únicas que le puedan salvar ya de morir entre la basura. Como basura.
Texto de Julio Ortega. |