Hace poco hemos visto los infames y cruentos vídeos de maltrato animal en un famoso portal de Internet.
A parte de lo que me ha costado verlo, hoy en día permanece todavía en mi cerebro las escenas de la impotencia de los pobres perritos y de su cruel final.
Las características de estos seres o por lo menos la principal es que carecen de empatía y no tienen ningún tipo de remordimiento por sus actos. Ven al resto de la humanidad, deshumanizada, es decir, como si fueran objetos, y todas las interacciones que tengan con ellas es sólo para conseguir sus propios objetivos.
Con esto no quiero decir que todos los que tienen esta enfermedad mental tengan que hacer daño al prójimo, pero lo que sí hay que tener en cuenta siempre es que hagan lo que hagan no es por un objetivo altruista, sino que es solamente para su propio beneficio.
Los psicópatas tienden a crear sus propios códigos de comportamiento, por lo que sólo sienten culpa al infringir estos y no los códigos comunes por los que nos regimos el resto de humanos. Sin embargo sí tienen nociones de la mayoría de los usos sociales, por lo que su comportamiento es adaptativo y pasa inadvertido para la mayoría de las personas.
Tienen un marcado egocentrismo, una característica que puede verse también en personas sanas, pero que en el psicópata va intrínseco a su desorden. Por lo tanto el psicópata trabaja para sí mismo y cuando da está manipulando o esperando recuperar su inversión a corto o largo plazo.
Otro factor a destacar es la sobrevaloración que tienen de ellos mismos y la habilidad para captar las habilidades o flaquezas del que tienen enfrente y usarlas en su beneficio.
Por lo tanto, si no hay empatía con los de su misma especie, tampoco la tendrán con el resto de las especies.
Hay pocos estudios referentes a esta relación. Las primeras investigaciones comenzaron el los años 40 y descubrieron que existía maltrato animal en un estudio con población reclusa. El maltrato animal es una forma significativa de comportamiento agresivo y antisocial que podría ser pieza fundamental en el conocimiento y la prevención de violencia juvenil.
Según Randall Lockwood (psicólogo y vicepresidente de Humane Society of USA), no todos los torturadores de animales se convertirían en asesinos en serie, pero casi todos los asesinos en serie han cometido actos de crueldad con animales.Una de sus frases más significativas es esta:
“La crueldad hacia los animales no es una válvula de escape inofensiva en un individuo sano… es una señal de alarma”.
Un estudio llevado a cabo por el FBI entre 36 asesinos múltiples convictos, el 46% declaró haber torturado animales durante su adolescencia.
Los expertos aseguran que el abuso hacia los animales es un síntoma grave de un problema mental.
Pero sólo el maltrato animal es exclusivo de estos individuos, sino que hay los que se suelen llamar “maltratadores legales”, los cazadores.
Se calcula que en España mueren 30 millones de animales a sus manos. Tanto los cepos, como las trampas hacen padecer a miles de especies de una muerte cruel e inútil.
Más de 1 millón de cazadores salen anualmente por los montes españoles, convencidos del respeto que sienten por la naturaleza y con los seres que en ellas viven, matando hembras preñadas, machos dominantes o especies protegidas, rompiendo una y otra vez el equilibrio ecológico, a parte de la contaminación provocada por sus cartuchos de plástico que decoran los montes o el plomo de su munición.
Hoy en día, la necesidad de la caza es una mentira sin sentido, no tenemos necesidad de cazar para sobrevivir. Es la cuestión monetaria la que está detrás de todo esto y el enriquecimiento de unos pocos.
Y que me decís de la utilización de animales como “probadores” de medicamentos o productos cosméticos.
Todos hemos sido condicionados en mayor o menor medida desde pequeños para creer que la disección de un animal vivo (vivisección) es necesaria para nuestra supervivencia y la de las personas que nos rodean, nada más lejos de la realidad. El fin que persiguen dichas industrias se aleja bastante de lo que nos quieren hacer creer.
Sólo el 10% de las investigaciones mundiales en animales se destinan a sanidad.
El 30% en investigación cosmética, que ya no es obligatoria desde el año 2000.
El resto, es decir, el 60% está destinado al desarrollo de armas.
Las diferencias entre seres enunciadas por Hipócrates se confirman incluso de madre a hijo, de un sexo a otro, y, con más razón, de una especie a otra. Los propios investigadores aceptan que esta ley es cierta, como en el caso de las vacas locas, se preguntan cómo la enfermedad ha podido saltar la "barrera entre especies" .
Los animales son inmunes a la mayoría de nuestras enfermedades, o las desarrollan de forma distinta, o cuando se les inocula artificialmente no reaccionan igual.
Los animales no padecen fenómenos de rechazo a los transplantes, y éste sigue siendo el factor primario de mortalidad entre los transplantados.
Determinados animales utilizados para la investigación toleran sustancias nocivas o mortales para el humano, pero mueren o enferman con las que son inofensivas para nosotr@s. Ejemplo: los gatos no soportan la aspirina, las ratas no sintetizan la vitamina C, la penicilina es mortal para las cobayas, pero éstas, al igual que los pollos, pueden consumir grandes dosis de estricnina que mata a los humanos. Otro ejemplo: la Digitalina, tan beneficiosa para los enfermos del corazón, fue declarada tóxica en 1.911 a raíz de experimentos en animales; el cloroformo es tóxico para los perros; una dosis de Belladona, suficiente para matar a un ser humano, es insuficiente para conejos y cabras. El arsénico no daña a las ovejas, pero las almendras pueden matar a zorros y pollos; la morfina anestesia y calma al ser humano, pero excita violentamente a gatos y a ratones. Etc. Estos ejemplos denotan la falta de fiabilidad de la vivisección, que hacen del ser humano la última cobaya.Cada uno que saque sus propias conclusiones.
Y como olvidarnos de los entrañables circos, cuyos animales viven en pequeñas jaulas, haciendo viajes larguísimos sin luz ni ventilación y que por motivos de seguridad siguen en sus jaulas una vez terminada la función. Por no hablar de los métodos de doma y adiestramiento, donde vemos como el condicionamiento de premio-castigo sigue siendo el imperante. ¿Quién no se acuerda del domador de leones restallando su látigo para que el pobre animal pasara por un aro?
Hay tantos casos de maltrato animal que haría de este artículo una “desgraciada historia interminable”, donde podríamos darle un buen repaso a algunos zoológicos de nuestra geografía, a los peleteros, a los cazadores de ballenas, a los toreros, que siguen llamando a esa carnicería, “arte”… tantos y tantos sectores de nuestra sociedad que se empecinan en defender lo que hoy por hoy es indefendible, que pienso… ¿Cuánto de humanidad queda en nosotros?
Montse Arias.
Redacción perros.com