Laika.
Era una perra callejera de 6 kg de peso y tres años de edad cuando fue capturada por el programa espacial soviético.
Tuvo varios nombres antes de conocerla por el que pasó a la historia.
Kudryavka (rizadita), Zhuchka (bichito) o Limonchick (limoncito), para terminar con el nombre por la que se la conoce mundialmente.
Su entrenamiento estuvo a cargo del científico
Oleg Gazenko. En
el entrenamiento requería acostumbrar a los perros a entornos que encontrarían en el viaje, como el espacio reducido de las cápsulas, ruidos, vibraciones y aceleraciones. Era parte del entrenamiento exponer a la perra a
fuerzas centrífugas en simuladores hechos para tal efecto. Durante estas actividades,
su pulso llegaba a duplicarse y la presión sanguínea aumentaba considerablemente. Este mismo proceso lo seguirían después los cosmonautas soviéticos en sus entrenamientos. La adaptación de los animales al pequeño espacio que tenían en el Sputnik 2, requirió que permanecieran en compartimentos
cada vez menores y por un periodo no superior a
20 días. El confinamiento forzado provocó problemas en las funciones excretoras, incrementando su agitación y deteriorándolos físicamente.
Al principio de la misión dos asistentes eran los encargados de vigilar constantemente a Laika. Justo antes del despegue, el 3 de Noviembre de 1957, el pelaje se le limpió con una
solución de etanol y le pintaron con yodo aquellas áreas donde la perra llevaría sensores para vigilar sus funciones corporales.
El Sputnik fue lanzado ese mismo día y las constantes vitales de la perra seguidas
telemáticamente por el control de tierra. Al alcanzar la máxima aceleración después del despegue, el ritmo respiratorio del animal aumentó de 3 a 4 veces más de lo normal y su fre
cuencia cardíaca pasó de
103 a 240 pulsaciones por minuto.
Al alcanzar la órbita, la punta cónica del cohete se desprendió, pero la otra sección que también tenía que hacerlo el “Block A” no lo hizo, impidiendo que el sistema del control térmico funcionara correctamente. Lo que sí se desprendió de manera poco conveniente fue el aislamiento térmico y como consecuencia de esto la cápsula alcanzara una temperatura interna de
40º C. Tras tres horas de microgravedad el pulso de la perra descendió a 102 pulsaciones por minuto, tardó bastante más en tranquilizarse que cuando lo habían entrenado, esto indicaba
al estrés al que estaba sometida la perrita. Eso sí agitada o no el apetito no lo había perdido.
Pero todos estos datos pararon entre los cinco y las siete horas después del despegue.
El cohete
no estaba preparado para regresar a la tierra de forma segura por lo que los rusos ya sabían que Laika no sobreviviría. Es normal si tenemos en cuenta que todo se hizo en cuatro semanas. Los científicos planearon sacrificarla a los diez días con comida envenenada, por suerte murió antes. Durante años la antigua URSS dio datos contradictorios sobre su muerte, diciendo que había muerto
por asfixia al fallar
las baterías o que había recibido la eutanasia según lo planeado. En 1999 dijeron que había sobrevivido cuatro días…
Pero
murió a las pocas horas después del despegue.
Es Sputnik orbitó la tierra 2570 veces durante 163 días y explotó al entrar en contacto con la atmósfera terrestre el 14 de Abril de 1958.
Después de Laika
ninguna otra misión con perros como pasajeros fue lanzada sin que existiera un sistema para el retorno seguro del animal. La deliberada muerte de Laika desencadenó un debate mundial sobre el maltrato animal y los avances científicos a costa de pruebas con animales. Aunque varios habían perecido en misiones de los Estados Unidos en los nueve años previos al Sputnik 2 .
Laika fue el primer enviado al espacio sin esperanzas de ser recuperado. Varios protectores de los derechos de los animales protestaron frente a las embajadas soviéticas. Dentro de la Unión Soviética hubo menos controversia ya que no fue abiertamente cuestionado por los medios de comunicación.
Shadow.
Su dueño, el bioquímico estadounidense
John Craig Venter, lo utilizaría para realizar en el Instituto
de Investigaciones Genoménicas una primera versión del mapa genético del perro.
Comparando los datos obtenidos con la secuencia genética del ser humano, los científicos comprobaron que el linaje del perro fue el primero
en divergir del ancestro común que tienen todos los mamíferos. El antepasado común del hombre y el perro vivió hacer 95 millones de años en plena era de los dinosaurios.
Entonces, ambas especies empezaron a separarse evolutivamente.
15000 años después sus caminos volvieron a encontrarse, cuando el hombre domesticó al perro y comenzó su cría controlada. Shadow falleció a los catorce años, en 2008 de vejez, tras tener una vida apacible y tranquila.
Marjorie.
Su sacrificio en pos de la mejora de vida en los humanos con diabetes ha sido increíble, pero no por ello horrible.
Como sabemos la diabetes es una enfermedad crónica en la
que el páncreas no suministra
suficiente insulina para metabolizar el azúcar. En 1889, Oscar Minowsky, extirpó un páncreas a un perro para ver si podía vivir sin él. Al días siguiente observó que un gran número de moscas se apilaban alrededor de los charcos de orina del perro.
Por lo tanto ya teníamos
a un perro diabético. Los experimentos continuaron (no voy a entrar en más detalles), se le inyectaba extracto de
páncreas de ternera. La favorita del doctor Bantive fue Marjorie (el perro número 33) que por su bondad y docilidad, simplemente se dejaba hacer. Aguantó estoicamente todas esas horribles experimentaciones.
El 23 de Enero de 1922 gracias a estos perros,
un joven de Toronto recibió la primera inyección de insulina que le permitió hacer una vida normal.
Goyet.
Podríamos
bautizarlo como el
Adán canino. Su cráneo fue encontrado en la cueva
Goyet, en Bélgica en 1860 y pasó a formar parte de la colección de resto arqueológicos sin que nadie se fijara en él. Pero en 2008 le hizo la prueba del carbono-14 y dató a este fósil “perruno” en el mismo contexto en el que vivieron los
auriñacienses de 31.700 años de antigüedad. Hasta este momento los restos más antiguos estaban fechados en un periodo de 14.000 años atrás concretamente en Rusia.
Los análisis posteriores de isótopos, descubrieron que su alimentación se basaba principalmente en carne de caballo, renos y bueyes azmilcleros. Hay antropólogos que con estos y más datos que fueron descubiertos a raíz de estos hallazgos opinan que los auriñacienses
no domesticaban al lobo sino que más bien se adaptaron a la convivencia con los humanos por las ventajas que de elle sacaron.
A su vez los humanos vieron en el perro un ser capaz de transportar cosas y defenderlos de peligros.
Tangle.
Spaniel inglés que trabaja codo con codo con un equipo médico.
Este simpático spaniel está especializado en la detección de cáncer. Con una efectividad del
80%. ¡Ahí es nada!
El descubrimiento de que pueden hacer estas proezas fue planteada en 1989 por dos dermatólogos ingleses cuando vieron que un perro detectó células
cancerosas
en un lunar de su propietaria, el cual una vez extirpado en el resultado de la biopsia se vio que contenía células de melanoma.
A partir de ahí se ha hecho hincapié en adiestrar a perros como Tangle para detectar el cáncer.
Hoy en día en Estados Unidos se sabe que perros adiestrados en estos sectores
superan en exactitud a escáneres muy avanzados lo que abre la posibilidad de una detección precoz de esta terrible enfermedad.
El estudio dirigido por el científico Tadeuz Jezierski, involucró a 55 personas con cáncer pulmonar y 31 de mama, todos confirmados. Los perros debían oler tubos en los que se habían puesto muestras de estos pacientes y distinguirlas de un grupo de 83 personas sanas. Los perros lograron identificar las muestras de pacientes con cáncer en un
90% de certeza, incluso frente a tumores en fase inicial.
Los perros de Paulov.
No te ha pasado nunca que con tan sólo hablar de comida se te ha hecho “la boca agua”.
Paulov, médico ruso, observó de forma casual que los perros que tenía en su laboratorio les ba
staba oír los pasos de la persona que les traía la comida para empezar a salivar y a segregar jugos gástricos. Es decir,
se anticipaban a la comida.
Paulov comenzó a estudiar este intrigante fenómeno y se preguntó si cambiando de estímulo, el resultado sería el mismo.
Tras varios días repitiéndose la secuencia sonido de la campana- presentación de la comida, el resultado era idéntico.
Pero, ¿por qué ocurre esto? Porque hay una
asociación entre dos estímulos que en principio no tenían relación ninguna. El perro ha aprendido y esto se ha conseguido a través de un entrenamiento.
Estos experimentos darían como resultado a la teoría conocida por
Condicionamiento Clásico que posteriormente aportaría parte fundamental al conductismo, escuela psicológica que pretende explicar y predecir la conducta.
Snuppy, el perro clonado.
Esta clonación llevada a cabo por científicos surcoreanos, abre las
puertas al tratamiento de enfermedades que afectan tanto a los perros como a los humanos. Como son la diabetes, demencia…
Y con lo guapo que es parece increíble que saliera de una
oreja de su padre y una
“madre de alquiler”.
Snuppy un perro sano y juguetón, cuyo nombre deriva de las siglas del centro investigador de donde procede (Seoul National University) y la palabra inglesa que define a un cachorro “Puppy”.
Este precioso afgano nació por cesárea tras una gestación de dos meses de su madre de alquiler.
Perros que ayudan a las focas anilladas.
Sin la inestimable ayuda de sus perros a la bióloga marina especialista en el Ártico, Brendan Kelly, le habría sido imposible desarrollar su investigación. El objetivo de su estudio son las focas anilladas.
Debido
al cambio climático el hielo de esas latitudes se derrite antes de la temporada, por lo que las cuevas de hielo donde están las crías se derrumban cuando todavía las pequeñas están siendo amamantadas, dejándolas a
merced de los depredadores.
Pero antes de que esto ocurra, estos maravillosos labradores corren delante de las motos de nieve de los investigadores. Cuando un perro encuentra una guarida zigzaguea a su alrededor, los científicos entonces, ponen manos a la obra y cavan hasta encontrar a la foca, le toman muestras de pelo y les colocan un radiotransmisor para seguir por satélite el movimiento de las poblaciones.
Los labradores tienen una tasa de un
80-85% de éxito en un radio de cinco a diez kilómetros sobre la base de operaciones.